Las diez mil puertas de Enero (Spanish Edition) by Alix E. Harrow

Las diez mil puertas de Enero (Spanish Edition) by Alix E. Harrow

autor:Alix E. Harrow [Harrow, Alix E.]
La lengua: spa
Format: azw3, epub
Tags: Ficción moderna
ISBN: 9788418417610
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2021-01-14T00:00:00+00:00


* * *

Estuve ausente durante un tiempo. No sé muy bien dónde, pero me pareció que se trataba de otro Umbral: sin luz, infinito, una galaxia silenciosa sin estrellas ni planetas ni lunas. Pero no la atravesaba, sino que me quedaba allí, suspendida. A la espera. Me vino a la mente la vaga sensación de que se trataba de un lugar agradable, sin monstruos ni sangre ni dolor, y me pareció bien quedarme.

Pero había algo que no dejaba de interrumpirme. Algo cálido que respiraba, se acurrucaba a mi lado y olisqueaba mi pelo al tiempo que gimoteaba.

Bad. Bad estaba vivo y me necesitaba.

Salí de la oscuridad y abrí los ojos.

—Hola, chico.

Tenía la lengua pastosa y pesada, pero Bad levantó las orejas. Volvió a gemir y me dio la impresión de que se acercaba aún más a mí aunque ya estuviese pegado. Acerqué la mejilla a su cuerpo e hice un amago de rodearlo con los brazos, pero desistí y solté un aullido de dolor.

Me dolía. Me dolía todo: los huesos magullados y molidos como si hubiesen cargado con un peso descomunal, y también tenía el brazo izquierdo muy caliente, vendado con firmeza; no dejaba de latirme. Hasta sentía el pesado batir de mi sangre en los oídos. A pesar de todo, me parecía un precio justo por haber reescrito la naturaleza del espacio tiempo y crear una Puerta yo sola. Reprimí las ganas de reír y puede que hasta de llorar, y eché un vistazo a mi alrededor.

La cabaña era pequeña, tal y como había dicho Samuel, y también estaba un poco abandonada: había pilas de mantas llenas de moho, el metal de un fogón oxidado que empezaba a descascarillarse y las ventanas llenas de telarañas. Pero el olor… Dios, el olor. Olía a sol, a pinos, a lago y a brisa, como si el verano hubiese impregnado sus aromas en las paredes. Era perfecto. Lo opuesto a Brattleboro.

En ese momento me percaté de la presencia de Jane, que estaba sentada a los pies de mi cama y nos contemplaba a Bad y a mí con una leve sonrisa en el rostro. Había algo en ella que había cambiado durante la semana que habíamos pasado separadas. Quizá fuesen sus ropas, ya que su soso traje gris había dado paso a una falda que le llegaba a los tobillos y una blusa de algodón holgada; o quizá fue el brillo intenso de sus ojos, como si se hubiese quitado una máscara que no sabía que llevara puesta.

Me sentí algo indecisa. Hablé sin apartar la vista del lomo de Bad.

—¿Dónde lo encontraste?

—En el lago, en esa orilla que hay al pasar la casa. Estaba… —Titubeó, y al alzar la vista vi que la sonrisa de su rostro había desaparecido del todo—. No estaba muy bien. Había tragado agua y estaba lleno de sangre… Me dio la impresión de que alguien lo había arrojado por el acantilado con la esperanza de que se ahogase. —Levantó un hombro—. Hice lo que pude. No sé si la pata llegará a sanarle del todo.



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